martes, 20 de abril de 2010

Zona Restringida

Henrique Lazo

No es por casualidad que Cartagena de Indias es patrimonio cultural de la humanidad. En la ciudad del “amor en los tiempos del cólera” conviven la arquitectura colonial y la actualidad. En el hotel, un exceso de “consumos involuntarios” en la habitación, agota las reservas monetarias, y lo que queda, alcanza justo para el taxi hasta el terminal aéreo para tomar el avión de regreso a Caracas.

La aeronave aterriza en Barranquilla cuando el crepúsculo se despide. El recinto se ve triste y está casi vacío. Las pocas personas que quedan abordan el último transporte de la noche. La razón de tanta soledad es que se terminaron los vuelos por el día de hoy. No puede ser. Constato los horarios en el boleto de avión, y efectivamente, la conexión es para el día siguiente. La sensación es de terror. Sin un centavo, el panorama no es halagador. Tendré que dormir en algún recoveco del aeropuerto.

En una especie de “rincón del café” del terminal, separado por una de esas tiras amarillas que dicen “se prohíbe el paso”, una pareja de trabajadores recoge sus enceres y me acerco a suplicar un café. En medio de tanta solidaridad, aparece la inesperada compañía militar. Dos soldados, fuertemente armados, increpan mi presencia en una “zona restringida”. Papeles de identificación, boleto de viaje y la requisa de rigor, clarifican cualquier indicio de mi culpabilidad de todos los males que afectan a la patria en ese instante.

Uno de los uniformados es categórico. El terminal aéreo se cierra y nadie puede dormir en él. Tendré que vagar por la calle, toda la noche, hasta que llegue la hora de partir. El otro soldado, revisa mis pertenencias y encuentra en mi cartera una estampita de José Gregorio Hernández. Como por arte de magia, el soldado se convierte en traslado, comida y alojamiento. El mito es una realidad cultural extremadamente compleja. Desde las cumbres no se distingue Isnotú, el pueblo donde nació el Hermano Marcelo.

El “abogado del diablo” es la persona que viaja a los sitios donde se propone a una persona como santo para verificar sus poderes y elaborar un informe que justifique o refute su canonización. En Venezuela, María De San José, José Gregorio Hernández, Emilia De San José, Candelaria De San José, Marcelina De San José, y Carmen Rendiles, están esperando. Solo falta un milagro.

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