martes, 13 de abril de 2010

BLACAMÁN EL GABO

Henrique Lazo

Cuando se vive en Macondo uno no encuentra tan atractivo lo que se escribe de Macondo.

Cuando uno va por la calle de un pueblo colombiano, a pie de montaña, y se detiene en el mercado sabatino paralelo a la plaza central, aparece obligatoriamente Blacaman.

Allí está, con la seriedad de quien tiene algo trascendental que comunicar. Comienza poniendo las mesas una al lado de la otra para formar la tarima, luego las cubre de cartones, se monta y comienza el show.

“Vengan, vengan, salgan de esos rincones, creyentes y profesionales. Acérquense, no tengan miedo. Van a ser testigos de un hecho conectado con la eternidad.

Yo, este humilde aficionado a la inmortalidad, voy a recobrarme de la misma muerte. En este frasco está la pócima capaz de trastornar el rumbo de la naturaleza”.

De una cesta, recoge una serpiente, como de un metro y tanto de largo, le aprieta el cuello para que muestre los colmillos, la levanta hacia el cielo y expresa:

Esta, es una Macagua Amarilla, el ofidio mas perverso del desierto. Una gota de este veneno paraliza un ñandú.

Se acerca la víbora a su brazo derecho y se hace morder. Una mueca marca el momento del pinchazo.

El efecto es inmediato. Apenas alcanza para llegar hasta la chistera, depositar el animal y beber el jarabe, cuando una serie de convulsiones y gritos de dolor se apoderan del actor.

La lucha es feroz. Finalmente, Blacamán se queda cataléptico. Una pareja de turistas holandeses le saca fotos.

De la suspensión vital temporal emerge lentamente Blacamán. Se reincorpora, verifica uno de los frascos, lo enseña al público y exclama:

“Es increíble, que por solo cincuenta pesos, uno pueda tener un poder en la mano que permita desafiar a la muerte y vencerla.

Y no sólo contra el veneno de cualquier animal, sino, contra el aire intolerante que producen las nubes de la guerra.

Pidan, pidan de lo que no ven, que es lo que mas tenemos”.


Fue en Pamplona, una pequeña ciudad colombiana en la cordillera andina, donde empecé a leer al escritor, pero como lo que estaba leyendo - al mismo tiempo - lo estaba viviendo, sumado a mis escasos quince primaveras, no entendía lo genial del escritor.

2 comentarios:

  1. grande Henrique... suerte tenemos de vivir en estos tiempos donde existe tanta gente talentosa... mi hijo se llama Gabriel y lo llamo Gabo por cariño y siento que le heredé algo de todo esto

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  2. Excelente Henrique! Pregunta... Venezuela es el Macondo Latinoamericano? No se, aqui pasa de tod y creo que estamos en una pseudopesadilla burocratica donde reina la apatía, el escepticismo y el miedo.

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