miércoles, 27 de julio de 2011

Cuenta que cuenta

Henrique Lazo

El miedo a los avances tecnológicos es tan antiguo como eso que hemos acordado en llamar cultura occidental. Durante la reinauguración de la Biblioteca de Alejandría en El Cairo, cerrada por la irracionalidad y la desidia desde hace más de dos mil años, el semiólogo y escritor Humberto Eco habló sobre los libros y la memoria.

Cuenta que Platón cuenta que Hermes, el supuesto inventor de la escritura, le presentó su descubrimiento al faraón Thamus y recibió muchos elogios porque esa técnica desconocida les permitiría a los seres humanos recordar lo que de otro modo habrían olvidado.

Thamus no estaba del todo contento. El faraón pensaba que la memoria era un gran don que vivía gracias al entrenamiento continuo. Con la invención de la escritura, las personas ya no se verían obligadas a ejercitarla. Recordarían las cosas pero no por un esfuerzo interno sino por un dispositivo exterior.

Para el autor de “El nombre de la Rosa”, los libros siguen siendo los mejores compañeros de naufragio. Para la humanidad, los libros son esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pueden ser mejorados, simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera.

Es importante enterarse de los hechos por los historiadores, pero los sucesos contados por los contemporáneos de los protagonistas son insustituibles para entender el contexto emocional del momento en que ocurrieron. La historia de la historia, es a veces fría y se conforma con narrar los acontecimientos como si de una receta de cocina se tratara. La veracidad depende de los ingredientes.

Ni hablar de los historiadores que relatan de acuerdo al patrocinante. Un día es así y al otro día los motivos cambian y los hechos abominables aparecen justificados y gloriosos. Los personajes se descaracterizan y se van convirtiendo en unas especies de villanos incapaces de hacer algo medianamente coherente y los héroes son arcángeles inmaculados que no vuelan de milagro.

Palabras que han sido dichas en determinadas situaciones se desconceptualizan y se utilizan al menor descuido para justificar actos que al correr de los años recobran inexorablemente su verdadero significado. Es el viaje ineludible hacia la verdad. No hay misiles ni comandos armados que puedan desviar por mucho tiempo el cauce de los ríos.