viernes, 16 de abril de 2010

El otro político

Henrique Lazo

Hace algún tiempo, Luciano Pavarotti, Placido Domingo y José Carreras iniciaron una serie de funciones a raíz del éxito obtenido en el concierto brindado en Roma con motivo del cierre de la Copa Mundial de la FIFA. La gente se refería a los tres grandes tenores como Placido Domingo, Luciano Pavarotti y “el otro”. Por alguna razón el nombre del catalán José Carreras era olvidado y se hizo costumbre en la prensa especializada tratar de corregir esta situación.

Algo similar ocurre en el Renacimiento. A la hora de configurar las bases del pensamiento político que marcó la reactivación del progreso tras siglos de estancamiento causado por la mentalidad dogmática de la Edad Media, tres personajes y tres obras de filosofía política se plantean el problema del poder, su funcionamiento y su legitimidad: La “Utopía” de Tomas Moro, “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo y “La Servidumbre Voluntaria” de Étienne de La Boétie “el otro”.

El Renacimiento planteó una nueva forma de ver el mundo. Dios dejó de ser el centro del universo para darle paso al ser humano. Maquiavelo cree que el príncipe no ha de basar su gobierno en principios morales tales como la justicia y la paz, sino que ha de sustentarlo en las leyes y en la fuerza. La moral es un instrumento al servicio de la política.

Tomas Moro considera que el príncipe es como un manantial constante del que brotan todos los bienes y males del pueblo. El poder es la causa y el remedio de todos los problemas sociales, el origen simultáneo del mal y del bien. El poder ha de estar en manos no de los más fuertes sino de los más justos. La política es un instrumento al servicio de la moral.

A La Boétie, lo que le preocupa no es averiguar si la política ha de supeditarse a la moral o si la moral ha de someterse a la política. Lo que le inquieta es una cuestión que obsesiona a aquellos que aman la libertad: ¿Por qué los individuos obedecen leyes que son injustas? Los hombres que han nacido bajo el yugo y que han sido educados en la sumisión, se acostumbran fácilmente a ella y no añoran una libertad que nunca han conocido.

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