lunes, 12 de abril de 2010

QUIMBARA

Henrique Lazo

La autoridad no se concede, se reconoce. Cuando la autoridad se otorga o se impone, es frágil e insostenible. Es el eterno cuento del “rey desnudo”.

El rey está desnudo pero nadie se lo dice por el temor a perder el trabajo o la prebenda, lo que también se conoce como el “bozal de arepa”.

El conocimiento y la experiencia, son el soporte del arte de conducir, de liderar, de ejercer autoridad en la población.

Es la facultad de motivar a los otros para hacerlos participar en la capacitación, más que en el uso de la fuerza o la amenaza, para lograr una sociedad democrática, justa y ordenada que permita alcanzar el bien común.

El derecho a la libertad es condición necesaria para que las leyes respondan a las necesidades de los individuos y para que se convalide la autoridad.

Esto solo es posible alcanzarlo, construyendo y desarrollando una confluencia entre libertad y autoridad, lo que los filósofos del Derecho llaman armonía.

Cuando las leyes no han nacido de la necesidad de los individuos, el autoritarismo -que es la instalación de normas y leyes rígidas derivadas de necesidades ajenas a las personas- nos perjudican en vez de beneficiarnos. 

Esto permite un líder falso que aparenta ser el dueño de la verdad, el único poseedor del conocimiento y el conocedor de todas las respuestas; así, te esclaviza, te explota y se aprovecha de ti.

La autoridad es como los apodos, no se los pone uno mismo, los pone la gente. Igual ocurre con la popularidad. Es algo que no lo deciden las compañías de discos ni las empresas de mercadeo.

La popularidad no se decreta, se materializa y se ejerce por la voluntad del gusto del público. En el mundo del espectáculo, los disfraces son disfraces, no se puede aparentar.

Hace poco, Celia Cruz se nos volvió eterna. Con ella se eleva la representación de lo mejor que podemos personificar los afroamericanos, los indígenas y los europeos de este sincretismo maravilloso que es el ser latinoamericano.

La cantante de La Habana, se convirtió en lo mejor de nosotros mismos. Su música y su calidad humana nos dieron una identidad.

Al igual que Simón Rodríguez y Andrés Bello, nunca regresó a su país natal. En su caso, fue la intolerancia la que la alejó para siempre de su isla, pero la América toda la hizo suya.


Nuestro es su canto, su alegría y su amor por la libertad.

4 comentarios:

  1. Wowww Excelente artículo... Celia vivirá en nosotros siempre!!!
    "Esa bandera que aquí,
    hermano mío tú añoras
    nos la cambiaron ahora
    por otra que no es de allí
    por eso es que canto así
    para todos mis hermanos
    ya que el machete en la mano
    que un día improvisó Moré
    debe empuñarse tal vez
    como se hizo en otra era
    pa' que esa linda bandera
    vuelva a ser nuestra otra vez."

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  2. Ves, acá si terminas!
    Celia fue un geniecito, un angelito caído del cielo, para el disfrute de todos.La amo. Pude verla en el Luis Aparicio, con mi amor, el único.Ella cantaba con "Las Estrellas de Fania".Fue sencillamente impresionante, sobre todo, cuando cantó:BEMBA COLORÁ...Espero q esté cantandole a Papá Dios y junto a su cabecita de algodón. ;-)

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  3. Muy bueno. Lazo. Te la comiste! Saludos

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