Henrique
Lazo
El término romántico no ha tenido
con el correr de los tiempos mucha aceptación. Se considera romántico al que
desea cosas irrealizables o que ve la vida con lentes de aumento.
El que cree que las cosas pueden
arreglarse, que el diálogo es mas productivo que la confrontación y que las
cosas van a mejorar.
Un apartado de la realidad que
flota sobre lo cotidiano y se refugia en la fábula para explicarse lo que se
publica en las primeras páginas de los diarios.
Asociado con lo impráctico y antónimo
del orden establecido, el romántico va por ahí, como por otro lado.
Así se le ha distinguido desde
que en Inglaterra y en Alemania el romanticismo se convirtiera en un movimiento
cultural opuesto al racionalismo de la Ilustración.
Priorizando los sentimientos
sobre la razón y las libertades civiles sobre el despotismo ilustrado. La
valoración de lo diferente frente a lo común.
Los autores románticos
despreciaban el materialismo y celebraban el amor libre en las relaciones y el
liberalismo en política. Amaban la naturaleza frente a la civilización como símbolo
de todo lo verdadero y genuino.
Un sentimiento romántico es aquel
que no se puede expresar con palabras y que requiere de un artificio para ser
enunciado.
Los héroes románticos eran el
paradigma de la rebeldía y los autores románticos quebrantaban cualquier
normativa o tradición cultural que amenazara su libertad.
Mezclaban la prosa con el verso
volviendo las rimas más libres y populares. Preferían los ambientes nocturnos,
sórdidos y ruinosos venerando las historias fantásticas y la superstición.
Hasta en el mundo de los poetas,
donde el amor dicta las pautas, es frecuente escuchar de mas de un intelectual
de disco duro que determinado poeta es un creador menor por haberle dedicado
rimas al amor y sus consecuencias.
Pero como todo tiene su efecto,
las doctrinas mejor articuladas han fracasado por olvidar los medicamentos que
las hubieran rescatado del olvido: el arte y el amor.
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