viernes, 30 de mayo de 2014

QUIEN SE ATREVE

Henrique Lazo

La estatua de la justicia tiene una espada de dos filos y corta por los dos lados. Una parte impugna los argumentos que favorecen a el acusado y la otra refuta las evidencias que lo incriminan.

Ese es el problema de ser inocente, uno no sabe lo que realmente pasó. Cada individuo es distinto. Todos vamos a reaccionar en forma diferente a la hora de mentir.

Para detectar precisamente esas reacciones, John Larson, un estudiante de medicina californiano, inventó en 1921 el detector de mentiras o "polígrafo", un instrumento eléctrico que registra diversas características físicas de una persona sometida a un interrogatorio.

Larson aplicó sensores eléctricos para medir el ritmo cardiaco, el respiratorio, la presión sanguínea, y la corriente eléctrica, que es alta si la piel está seca, pero baja si la piel suda.

En el momento en que el individuo contesta y dice una mentira, se va dar la reacción fisiológica que indica que no está diciendo la verdad.

Cuando una persona dice una mentira, sabe que la realidad es otra y que lo que está respondiendo es algo opuesto. El individuo no puede controlar este comportamiento.

Sin embargo, en la mayoría de los países, los tribunales no aceptan las pruebas obtenidas con el detector de mentiras. El detector de mentiras es mas incriminatorio cuando no lo superas que absolutorio cuando lo apruebas.

Muy diferente al que se conoció en Salem, actualmente Danvers, un pueblo situado en la bahía de Massachussets, Estados Unidos. En los deplorables hechos ocurridos en lo que se conoce como Las Brujas de Salem.

Un ciudadano de 80 años, quien se negó a declarar cuando se le acuso a él y a su esposa de brujería, murió aplastado con piedras por los guardias encargados de hacerlo hablar.

A este brutal sistema se le conocía como “el detector de mentiras” y se utilizaba de la siguiente forma:

Se amarraba al acusado a cuatro postes a unos centímetros del suelo y se le iba haciendo preguntas, si este no contestaba se le colocaba una enorme y pesada loza de piedra sobre la espalda; mientras el acusado se siguiera negando a declarar se le seguiría agregando mas lozas.

Si el acusado sobrevivía dos días a esta masacre se le consideraba inocente, pero como es de suponerse nadie lo logró, lo que según los ministros demostraba que todos los acusados eran culpables.

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