jueves, 29 de mayo de 2014

RECETA PARA PREDECIR


Henrique Lazo

Que hace que una serie de televisión se convierta en el paradigma de la pantalla chica mundial. Una obra que nos transporte, identifique y nos incluya como parte del significado.

Cientos de proyectos son presentados a los ejecutivos de las grandes trasnacionales del entretenimiento para lograr su aprobación, producción y exhibición. Muy pocos llegan al puerto.

El gusto no es tan predecible. La estructuración del arte ha sido el sueño de los que piensan que la popularidad puede reducirse a una fórmula, como una recta de cocina.

Los hilos del espectáculo se precian de saber lo que deben hacer los artistas y de adivinar lo que el publico desea ver. La semiología, en su momento de esplendor, prometía consumar ese anhelo. El arte apareció, como siempre, y la devolvió a las hojas de cálculo.

“Mad Men” (Hombres Locos) es una serie dramática de televisión creada por Matthew Weiner, ambientada en la década de los años sesenta y protagonizada por un publicista y sus cuitas de amor. Don Draper es una especie de alter ego de los hombres de su generación.

El héroe del status en los convulsionados años sesenta, sufre y disfruta el compromiso de ser el director creativo más solicitado de la Meca de la publicidad: Nueva York.

“Mad Men” es una ventana para asomarse a una década en la que la publicidad tenía pocas restricciones. La serie crece y evoluciona con su tiempo dramático y cronológico. Se advierten los cambios ocurridos en los medios de comunicación y los eventos políticos y sociales que los marcaron.

Se convirtió en un suceso comunicacional por la calidad de sus ingredientes. Una dirección de arte adecuada, personajes bien caracterizados que le dan credibilidad a los valores de producción y un libreto con una construcción dramática idónea para el género.

La búsqueda de la excelencia les permitió solventar el examen de la crítica y merecer la aclamación de la audiencia. Un detalle singular, la violencia no forma parte del show.

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