Henrique Lazo
Se oye la voz de la montaña mientras
subimos por el impredecible camino serpentino que asciende desde la primera
hasta la segunda cascada.
Arriba, en la piscina que forma la
caída del salto, no hay sino querrequerres que toman el agua en grupo y son
pájaros que no pueden estar en cautiverio porque enseguida se mueren.
Sus plumas tienen casi todos los
colores y su contribución estética al mundo natural es así, al aire libre. En
la jaula, el colorido se evapora.
Ha llovido desde las 8 de la noche y
da la impresión de que el sol va a arrancar con todo. La neblina del ocaso es
el sopor que emana de la selva en la aurora.
La vista, desde la segunda cascada,
vale tanto la pena, que la acción de levantarse a las 4 de la mañana para
esperar la salida del valle, se convierte en la decisión más lógica.
Es la relación del cerro Avila con
el Valle de Caracas: yo te veo, tú me ves.
Como si en las laderas de la montaña
se hubieran quedado en el aire las voces de las generaciones que pasaron por la
ciudad.
No es por azar que las religiones y
las reflexiones más trascendentes vengan del desierto y de las montañas. En el
valle la vida es más sabrosa.
Se oye la voz del que se asombró
cuando apareció la fotografía y que hizo parecer inútiles las horas que
empleaba un pintor para representar su ambiente.
Si de lo que se trata es reproducir
estrictamente la realidad, no hay competencia. Una pintura, es una imagen
realizada por la mano, la vista y la imaginación de un ser humano.
Una fotografía es como una huella
ambulante que carga la existencia transformada en puntos blancos y negros que a
cierta distancia superan cualquier espejismo.
Se oye la voz del que emergió de lo
más humilde y los representó hasta que el poder y su adicción pocas veces
eludible lo elevó sobre sus iguales y lo separó del diálogo.
A estas alturas poco importan las
críticas porque lo importante no es lo que causa la información sino quien la
transmite.
Las noticias se confunden y el que grite más duro tiene la palabra. Desde aquí, desde la segunda cascada, uno es parte del valle, no su amo.
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Excelente....
ResponderEliminarEra justo y necesario...
ResponderEliminarMientras leia, las imagenes de tus palabras sucedian en mi mente cinematograficamente. Pocas veces se puede lograr esto en un lector. El viernes te veo en coprbanca. Un abrazo!
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