miércoles, 17 de agosto de 2011

Crimen autobiográfico ( I)

Henrique Lazo

Lo que parecía una noticia de esas que protagonizan las portadas de los diarios como reina por un día, se convirtió, semanas después, en la sentencia del polaco Krystian Bala a 25 años de cárcel. El escritor -por llamar así a alguien, que consignó en forma de novela su propia tragedia- salió airoso en la ficción de su libro pero no en la realidad; ésta, fue mas justa. Realidad y ficción se sustentan mutuamente. El arte reproduce la realidad y la realidad rivaliza con el arte y a veces es difícil diferenciar entre uno y otro.

A diferencia de los miembros del jurado de O.J.Simpson, que fueron los únicos que lo consideraron inocente de haber asesinado a su esposa; en este caso, el juez consideró las evidencias y el patético autor de “Amok” pasó de ser un hombre normal del mundo libre, al mundo totalitario, donde se está preso o se es carcelero.

La magnificación que frecuentemente hacen los medios de algunos asesinos alimenta la disyuntiva de si es la gente la que se interesa en estas historias o son los medios los que registran estas tragedias porque al público le gusta. ¿Son los medios de comunicación los que modelan la sociedad o son los medios un producto de la civilización que los origina? Eterno dilema. Dando y dando.

Estos personajes -por citar algunos-, exaltados por la popularidad, son de larga data. Jack -“el destripador de Londres”-; Caryl Chessman, “el asesino de la luz roja”, ejecutado en la cámara de gas de la prisión de San Quintín; Charles Manson, que cumple cadena perpetua por la muerte de Sharon Tate; y David Chapman, en prisión igualmente, por matar a John Lennon, son motivos de libros, películas y hasta canciones.

En Hollywood, el contenido hace tiempo que está muy por debajo de “la forma”. La mayoría de los largometrajes producidos en el oeste norteamericano se realizan con los mas avanzados recursos de la tecnología pero los relatos se repiten. De allí, que se recurra a las historias mas insólitas para hacer películas que, al parecer, lejos de colaborar con la sociedad que las emite, fomentan conductas que a la larga son una fábrica de monstruos sociales.

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