jueves, 13 de septiembre de 2012

Bolívar soy yo


Henrique Lazo

La primera vez que visité Puerto Rico fue hace treinta años. El Condado era la calle del turismo y Santurce tenía las mejores salas de cine. Treinta años después, la historia continúa.

Una caminata por el viejo San Juan nos pone en contacto en la Casa Blanca con toda la comunidad intelectual boricua que le brinda el ultimo adiós a uno de sus mas grandes escritores: Pedro Juan Soto.

En el Morro, una cantidad inmensa de gaviotas revolotean sobre el mar que une al Norte con el Sur y en San Patricio suben los telones cinematográficos para su gran fiesta anual. En la radio, Yordano impone su tumbao: “buena letra y se puede bailar”.

El San Juan Cinemafest, es un festival de cine que alberga durante una semana de noviembre a Cineastas de todo el mundo que llegan a la isla con sus sueños debajo del brazo para compartir conocimientos, exhibir sus obras y conseguir mercado en las salas y televisoras del continente.

La oportunidad es propicia para el entendimiento de realizadores de cinco continentes. La conclusión casi siempre es la misma: se comparte el conocimiento y se exhiben las obras, Con el mercado -casi en su totalidad ocupado por el cine norteamericano- la respuesta destaca en el neón de las bambalinas: “No hay cama pa’ tanta gente”.

“Bolivar soy yo”, del experimentado cineasta bogotano Jorge Alí Triana, representa a Colombia. La cinta, que pudiera parecer irreverente, por tratarse de un tema álgido y sensible para las audiencias bolivarianas –en el sentido histórico de la expresión- resulta una celebración maravillosa.

La fantasía o el realismo mágico nos pasean por un enorme fresco de personajes del pasado que transitan las calles del presente y nos acercan a un Bolívar tangible pero a la vez trascendental.

Lejos de satirizarlo, nos confirma el amor que siente Colombia por el caraqueño. Así, como en “El amor en los tiempos del Cólera”, el que no figura allí, no existe.
La Isla del Encanto, no es un decir. Sus habitantes se sienten concientes de ello, y lo transmiten. El respeto que materializan en sus monumentos históricos y la consideración que tienen con sus instituciones, se contagia.

San Juan sigue siendo una ciudad fascinante con la mágica sensación de que uno se encuentra en Latinoamérica. Su calidez, la identificación inmediata y el sabor del mestizaje con la particularidad de contar con un marco legal norteamericano, secundan la frase utilizada por el partido de gobierno: “Lo mejor de dos mundos”.

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