viernes, 14 de septiembre de 2012

CAMBALACHE


Henrique Lazo

Apenas aparece la Tv, un reportaje explica a los cómodos usuarios de cama  y control remoto que la prensa ha ganado, al fin, la guerra contra la mafia en EEUU.

Los mafiosos habían impuesto 'su ley' a la Ley. Habían derrotado a sus policías pero no habían podido contra los acuciosos flashes de los reporteros gráficos.

La instantánea en primera página era la imagen que se quedaba en la retina. ‘’Yo los conozco, ya no me engañan’’.

Fue el periodismo de camisa remangada. El de las madrugadas con los termos de café y los ceniceros repletos de cansancio, lo que logró el emplazamiento del mal.

De un pequeño escuadrón, dirigido por Eliot Ness, la lucha se extendió a la comunidad cansada y dispuesta a sacudirse el karma de la vida triste de luces cenitales y corbatas de espaguetis bañados de sangre por las eternas vendettas.

Y así como la prensa sirve de condotiero al siglo XX, y a sus más genuinos fines, así también inaugura el pánico por la difamación.

La extorsión es un arma letal en las sociedades abiertas. La gente recuerda más a su gente por los fracasos que por sus triunfos.

Es casi un deporte observar cómo se agregan culpas, y en minutos, el referido en cuestión, queda reducido a una especie de nada.

Al día siguiente, lo que fue el paradigma de lo maravilloso, queda circunscrito a la impertérrita calma de un acto infeliz.

En los países donde existe la libertad de prensa, la opinión pública se nutre muchas veces de falsos testimonios que son reseñados en grandes titulares.

El daño puede ser irreparable, y entre empresarios y funcionarios el terror es total. Con la 'mass media' hemos topado, Sancho.

En los países donde no hay libertad de prensa, al no existir la crítica, la opinión pública desaparece.

El gobierno usurpa el derecho sagrado de la sociedad y esgrime que el pueblo no necesita información, y ésta es controlada y 'suministrada' por el dictador de turno y cualquier desliz es considerado como traición a la patria.

En el mundo libre existen las dos opciones: la noticia y la intimidación.

La prensa le sirve a pocos para chantajear, pero nos suministra a todos, a cambio, el placer de saber lo que está pasando para ver de qué modo puede uno ayudar o estorbar la situación.

La savia de la democracia es el intercambio de opinión. Cada día que pasa la especie humana avanza inexorable por la autopista de la información.

La transparencia es la que descubre y enfoca al malo, y es, a veces, el veneno devastador que extorsiona al bueno, pero ese es el cambalache.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Bolívar soy yo


Henrique Lazo

La primera vez que visité Puerto Rico fue hace treinta años. El Condado era la calle del turismo y Santurce tenía las mejores salas de cine. Treinta años después, la historia continúa.

Una caminata por el viejo San Juan nos pone en contacto en la Casa Blanca con toda la comunidad intelectual boricua que le brinda el ultimo adiós a uno de sus mas grandes escritores: Pedro Juan Soto.

En el Morro, una cantidad inmensa de gaviotas revolotean sobre el mar que une al Norte con el Sur y en San Patricio suben los telones cinematográficos para su gran fiesta anual. En la radio, Yordano impone su tumbao: “buena letra y se puede bailar”.

El San Juan Cinemafest, es un festival de cine que alberga durante una semana de noviembre a Cineastas de todo el mundo que llegan a la isla con sus sueños debajo del brazo para compartir conocimientos, exhibir sus obras y conseguir mercado en las salas y televisoras del continente.

La oportunidad es propicia para el entendimiento de realizadores de cinco continentes. La conclusión casi siempre es la misma: se comparte el conocimiento y se exhiben las obras, Con el mercado -casi en su totalidad ocupado por el cine norteamericano- la respuesta destaca en el neón de las bambalinas: “No hay cama pa’ tanta gente”.

“Bolivar soy yo”, del experimentado cineasta bogotano Jorge Alí Triana, representa a Colombia. La cinta, que pudiera parecer irreverente, por tratarse de un tema álgido y sensible para las audiencias bolivarianas –en el sentido histórico de la expresión- resulta una celebración maravillosa.

La fantasía o el realismo mágico nos pasean por un enorme fresco de personajes del pasado que transitan las calles del presente y nos acercan a un Bolívar tangible pero a la vez trascendental.

Lejos de satirizarlo, nos confirma el amor que siente Colombia por el caraqueño. Así, como en “El amor en los tiempos del Cólera”, el que no figura allí, no existe.
La Isla del Encanto, no es un decir. Sus habitantes se sienten concientes de ello, y lo transmiten. El respeto que materializan en sus monumentos históricos y la consideración que tienen con sus instituciones, se contagia.

San Juan sigue siendo una ciudad fascinante con la mágica sensación de que uno se encuentra en Latinoamérica. Su calidez, la identificación inmediata y el sabor del mestizaje con la particularidad de contar con un marco legal norteamericano, secundan la frase utilizada por el partido de gobierno: “Lo mejor de dos mundos”.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Golpe a golpe

Henrique Lazo

La sensación de despertarse –antes de tiempo- y presenciar por la televisión –en vivo directo- a un grupo de hombres portando armas de guerra e incitando a cometer actos de violencia, es desgarradora. El sentimiento de impotencia y frustración ambientan la pesadilla. Pasamos del siglo XXI al siglo XIX, así, sin anestesia

Están frescas las imágenes cuando un militar con sombrero de tres picos irrumpió en el senado español -pistola en mano- para conminar a los parlamentarios a entregar “el poder” y disparando al aire, ocasionando un sincronismo impecable de terror en las reacciones de los asistentes.

Entonces, un parlamentario, -quizás el de mas edad- no obedeció el llamado irracional del insurgente y le recordó: “salga inmediato de aquí, usted es un fantasma, una muestra grotesca de un pasado superado, baje el arma, no sea ridículo, despierte y vuelva a su siglo”.

“Golpe a golpe, verso a verso”, original de Antonio Machado y perpetuado musicalmente por Joan Manuel Serrat, es el canto al golpe cotidiano y perseverante martilleo de la herramienta creadora de la sociedad que se quiere mejorar y no destruir.

El verso, es la trinchera de Antonio Machado, la sinfonía del músico, el lienzo del pintor, la palabra que representa al que prefiere entrenar sus dedos afinando una guitarra en contraposición del que prefiere destinar sus dedos al primitivo acto de disparar contra su semejante.

Cuando entendamos -una vez por todas- que al poder solamente puede llegarse por la vía democrática, cuando erradiquemos la palabra -golpe- en su acepción política, habremos dado un gran paso en el único proceso, el de la paz, el de la convivencia.

Las reglas de juego claras, el respeto a las instituciones que son los pilares de las relaciones humanas. Educación y no adoctrinamiento, que es sectario y excluyente. Regirnos por las letras y no por las balas.

Recurriendo al escritor Heberto Padilla: “General, yo no puedo destruir sus flotas ni sus tanques, ni se que tiempo durará esta guerra, pero cada noche algunas de sus órdenes muere sin ser cumplida y queda invicta algunas de mis canciones”.