Henrique Lazo
La verdadera revolución ya comenzó. Por primera vez en la historia de la humanidad, los adultos le preguntan a los niños ¿qué es lo que hay que hacer? Los mayores se convierten en alumnos de los menores. Para los pequeños, su pasado, es el futuro de los grandes.
En 1981, Elizabeth Carr, el primer bebé de probeta, causó miles de discusiones entre líderes religiosos, etnicistas y físicos. Hoy en día, se calcula, hay alrededor del mundo, un millón de seres humanos que deben su nacimiento a una fertilización “in Vitro”.
Desde la aparición de los primeros relojes digitales, que marcaban las horas, los minutos y los segundos numéricamente; y las agendas electrónicas, que hacían parecer a las de papel como reliquias nostálgicas, una especie de vértigo se produce cuando no podemos adaptarnos rápidamente a las nuevas tecnologías.
Es la misma sensación, al no poder desentrañar y mucho menos consumar el nuevo lenguaje, la que nos hace sentirnos analfabeta frente un cajero electrónico. La electrónica desdibujó a Carlos Marx. La plusvalía que genera un obrero de una central hidroeléctrica cuando oprime un botón o baja una palanca, es incalculable.
Como en el cuento famoso, en que un mago de alguna corte le pide a un rey que coloque un grano de arroz sobre un tablero de ajedrez y lo vaya multiplicando por dos, desde la primera a la ultima casilla.
La revista “Wired”, posiblemente el mensuario de tecnología mas importante del mundo, dedica su principal artículo a este fenómeno. Los “niños de la revolución”, los nuevos habitantes que gatearon codo a codo con los PC, que crecieron junto a la Internet, los chamos MP3, hablan:
“mientras los adultos se maravillan con el futuro digital, para nosotros ya es un hecho. Somos los conejillos de Indias de la cultura del mañana. Antiguamente cuando uno iba creciendo dejaba a un lado los juguetes infantiles. Hoy en día, nuestros herramientas se están apoderando del mundo adulto”.
Mi primer contacto con esta nueva realidad fue en 1992, durante una clase de “Photoshop”, para un grupo de adultos que quería ponerse “al día”. El instructor, un joven de 17 años explica que “hace muchos años, en 1982, Apple introduce…”. Me parece escuchar mal y pregunto: ¿1982 o 1892?
El joven continúa complacido, “es que en computación, un año equivale a diez; 1982, fue hace cien años”. Después, durante una reunión de trabajo, sobre una mesa, reposa un juguete electrónico. Un arquitecto señala, “ese juego es difícil y complicado, es para niños”.
miércoles, 25 de mayo de 2011
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