domingo, 20 de noviembre de 2016

Voto hipnotizado

Henrique Lazo

En aquel tiempo dijo el gobierno a sus discípulos: Votarán por colores y nosotros pondremos a los elegidos. Y lo que tenía que pasar, pasó. El dictador de turno se montó en su “vaca sagrada” y huyó. Este viaje inesperado ocurre en el año 1958 y en Venezuela se vuelve a hablar de elecciones libres y universales.

Las consignas para elegir a los diputados y senadores son simples: vota blanco, vota verde o vota rojo. Nada que se parezca a un ser humano. Puro símbolo. Una campana, una gorra o una escoba.

Como casi siempre ocurre, cuando se espera algo por mucho tiempo, uno se conforma con lo que hay. Los partidos políticos se encargan de poner los nombres de los favorecidos y los ciudadanos hacen la cola.

Como en el juego de la gallinita ciega, depositan su voluntad en unas muy bien llamadas urnas electorales y luego se cuentan a mano limpia, como diría Negroponte, “atómicamente, pues”. Los bits vendrán luego.

Y así van pasando los periodos democráticos. En cada lustro se realizan obras y se dejan de hacer otras, pero el sistema de elección parlamentaria evoluciona lentamente.

Los partidos políticos se niegan a perder el poder de seleccionar a los candidatos, privilegiando la disciplina partidista por sobre la capacidad profesional del individuo.

La escogencia es competencia de las cúpulas y el elector se queda por fuera. Si no se permite a los candidatos y a los partidos presentar sus propuestas ¿de dónde se supone que uno  va a obtener la información que nos permita votar de manera inteligente?

El acto mas importante a nivel político que realiza una persona es el acto de votar. Es el momento de escoger y elegir a los compañeros de viaje que tienen la potestad de representar a la colectividad que los selecciona.

Es el instante estelar del ciudadano para incidir políticamente en el destino de su nación, y la única manera de escoger y elegir los candidatos, con la esperanza de que van a dar lo mejor de su capacidad y compromiso para cumplir su tarea.

No se puede hablar de evolución si la tecnología no está subordinada a la gente. Las necesidades están ahí: una sociedad más justa y una democracia que funcione.


Sería muy triste que el sistema de votación electrónico no sea fiable. Las máquinas deben ser instrumentos al servicio de los seres humanos, y no al revés.

domingo, 31 de julio de 2016

CARTUCHO OXIDADO

Henrique Lazo

En el Valle de Elah fue donde David, en muy inferiores condiciones, le infirió un paliza al inderrotable Goliat. Esta escena ha servido a lo largo de los siglos para recrear el triunfo del débil frente al fuerte. Ese valle ubicado en Israel le da el nombre a una película magistral, conmovedora y como era de esperarse, la crítica –si se le puede llamar así- la trató con desdén acuñándola como una obra intrascendente acerca de cómo la guerra destruye a los jóvenes, a los vencidos y a los ganadores.

Las confrontaciones se producen tradicionalmente debido a que alguien de un lado desea más tierra o alguien del otro lado es ofendido por la acción del otro. Como siempre, los argumentos para ir a la batalla son estúpidos y ambos lados son culpables. En las guerras no hay ganancias sino para los que se lucran de ellas fabricando los juguetes letales o promoviéndolas. No saben lo que es tener un hijo, y si los tienen, les importa tanto como un cartucho oxidado.

"El Valle de Elah", película en la que Tommy Lee Jones, Susan Saramdom y Charlize Theron, inquilinos habituales de los premios Oscar, con guión y dirección del constantemente cuestionado realizador Paúl Hagáis, se unen para manifestar -una vez mas- que la guerra en Irak es un error y que se paga con la familia. Algo anda mal en la azotea. 

Pero una sociedad que es capaz de producir cultura bélica y cultura antibelica al mismo tiempo, es, sin duda, una sociedad libre. Libre de autodestruirse y de salvarse. Si la idea es salvarse, dichosa, a fin de cuentas, la nación que se permite mostrar valientemente sus errores para corregirlos.


Las películas en las que el asesinato o los hechos de sangre son recreados inconscientemente como un evento rutinario, –no quisiera pensar que son deliberados- lejos de lograr su aversión, los justifican. Es difícil hablar de cine exclusivamente cuando está de por medio el destino de los jóvenes. 

Los muchachos son enviados a la guerra y se les entrena para convertirse en máquinas de destrucción; el problema es cuando regresan a casa. Sabiduría en la frase del poeta venezolano Andrés Eloy Blanco: cuando se tiene un hijo se tienen todos los hijos de la tierra.