Henrique Lazo
Hacer un largometraje sobre un mandatario que todavía está en ejercicio, puede conducir a un halago desmedido o a una crítica inquina cuando se trata de un militante de la acera de enfrente. Este no es el caso de “W.”(2008) la película de Oliver Stone basada en la vida del ex-presidente George W. Bush.
El filme se estrenó unos meses antes de que el hijo de George Herbert Walker Bush le entregara la presidencia a Barack Obama, el primer candidato afroamericano del Partido Demócrata y el primero en ejercer el cargo presidencial.
Todo apuntaba a que Oliver Stone, laureado director de cine especializado en temas políticos, convirtiera su desconformidad declarada sobre el mandato del “junior” en una pieza desproporcionada y no fue así.
El realizador recrea a un George Bush en situaciones que lo determinan como un funcionario inepto para el demandante cargo de presidir una de las naciones mas poderosas del Planeta pero en un contexto que lo exime de culpa y de malicia.
Presenta los años mozos del protagonista y su conversión religiosa. El triunfo ante la dependencia alcohólica y sus expectativas que lo describen más como un aficionado al béisbol y a los eventos deportivos que a los avatares de la lucha política.
La relación incómoda con su padre en una especie de drama Shakesperiano en la que el actor actúa predestinado y arrastrado por las circunstancias. El reparto es extraordinario. Pero no todas las obras audiovisuales del director de “JFK” encuentran la luz al final del túnel: “Alexander”, para no ir muy lejos.
En Grecia, país en el que Alejandro Magno es una institución, no terminan de entender como Stone, escribió, produjo y dirigió una película tan desacertada en los episodios escogidos para construir la historia como en la selección de los actores para representarla.
En “W.”, Oliver Stone le muestra al mundo que en su país la libertad de expresión está vigente y que se puede cuestionar a los gobernantes sin poner la vida en peligro. Estar en el poder en los regímenes totalitarios es una fantasía pero para el resto de los habitantes es una pesadilla.
martes, 7 de diciembre de 2010
lunes, 6 de diciembre de 2010
La Cuerta Pared
Henrique Lazo
Nueva York, después del atentado y destrucción de las torres gemelas, aparentemente, no luce distinta. Una pertinaz lluvia con viento, da la bienvenida al otoño. Los precios de los artículos se mantienen constantes pero cada vez mas inaccesibles al turista latinoamericano.
Las noticias sobre un francotirador en los alrededores de Washington y el reporte del tiempo, no disminuyen el ritmo de una ciudad que destinó un parque “Strawberry Fields” a la memoria de uno de sus huéspedes mas queridos: John Lennon.
Rumbo a Soho, un taxista salvadoreño que estudia teatro y mantiene vivo su sueño trabajando como chofer de una línea de Manhattan’, explica que su país se está recuperando firmemente de una guerra que lo desangró y arruinó.
Pregunta sobre la situación política de Venezuela, y una larga pausa, le confirma su percepción. Las noticias de las cadenas de información y las novedades directas provenientes de venezolanos y latinoamericanos, no le vislumbran un panorama claro. Es el momento de romper la “cuarta pared”, sentencia.
En Annie Hall, la extraordinaria y laureada película de Woody Allen, hay una escena entre Diane Keaton y el propio Allen en una fila para comprar las entradas en la taquilla de una sala de cine.
El actor camina hacia cámara, y de la nada, trae al plató al Profesor Marshall McLuhan, para desmentir a un señor con el cual discutía. Allen le habla directamente al espectador, provocando lo que se conoce en el teatro como “romper la cuarta pared”: la que está entre el publico y el personaje; las otras son la profundidad, el largo y el ancho.
El joven taxista, ante mi extrañeza por su analogía entre las circunstancias políticas de una nación y una situación dramática, explica que en un Estado las tres paredes son: la sociedad civil, el gobierno y los medios de comunicación. La cuarta pared es el dogma, la intolerancia.
En El Salvador aprendimos que gobernar es conciliar, no reprimir. Lo fácil, lo predecible, es la confrontación. Romper la cuarta pared es conversar, negociar, ponerse de acuerdo. Nunca es tarde para detenerse ante el abismo”.
Venezuela siempre ha sido un sitio del que nadie se quiere ir. A lo largo del siglo XX, miles y miles de personas, provenientes de Europa y Latinoamérica, vieron en nuestro país un sitio para trabajar y tener familia.
Muchos jóvenes viajaron al exterior para formarse y adquirir una profesión, pero siempre, con la idea y el deseo de regresar para desarrollarse y progresar dentro de sus fronteras.
Nueva York, después del atentado y destrucción de las torres gemelas, aparentemente, no luce distinta. Una pertinaz lluvia con viento, da la bienvenida al otoño. Los precios de los artículos se mantienen constantes pero cada vez mas inaccesibles al turista latinoamericano.
Las noticias sobre un francotirador en los alrededores de Washington y el reporte del tiempo, no disminuyen el ritmo de una ciudad que destinó un parque “Strawberry Fields” a la memoria de uno de sus huéspedes mas queridos: John Lennon.
Rumbo a Soho, un taxista salvadoreño que estudia teatro y mantiene vivo su sueño trabajando como chofer de una línea de Manhattan’, explica que su país se está recuperando firmemente de una guerra que lo desangró y arruinó.
Pregunta sobre la situación política de Venezuela, y una larga pausa, le confirma su percepción. Las noticias de las cadenas de información y las novedades directas provenientes de venezolanos y latinoamericanos, no le vislumbran un panorama claro. Es el momento de romper la “cuarta pared”, sentencia.
En Annie Hall, la extraordinaria y laureada película de Woody Allen, hay una escena entre Diane Keaton y el propio Allen en una fila para comprar las entradas en la taquilla de una sala de cine.
El actor camina hacia cámara, y de la nada, trae al plató al Profesor Marshall McLuhan, para desmentir a un señor con el cual discutía. Allen le habla directamente al espectador, provocando lo que se conoce en el teatro como “romper la cuarta pared”: la que está entre el publico y el personaje; las otras son la profundidad, el largo y el ancho.
El joven taxista, ante mi extrañeza por su analogía entre las circunstancias políticas de una nación y una situación dramática, explica que en un Estado las tres paredes son: la sociedad civil, el gobierno y los medios de comunicación. La cuarta pared es el dogma, la intolerancia.
En El Salvador aprendimos que gobernar es conciliar, no reprimir. Lo fácil, lo predecible, es la confrontación. Romper la cuarta pared es conversar, negociar, ponerse de acuerdo. Nunca es tarde para detenerse ante el abismo”.
Venezuela siempre ha sido un sitio del que nadie se quiere ir. A lo largo del siglo XX, miles y miles de personas, provenientes de Europa y Latinoamérica, vieron en nuestro país un sitio para trabajar y tener familia.
Muchos jóvenes viajaron al exterior para formarse y adquirir una profesión, pero siempre, con la idea y el deseo de regresar para desarrollarse y progresar dentro de sus fronteras.
jueves, 2 de diciembre de 2010
Noche Traviesa
Henrique Lazo
Así como “La Fiesta” de Joan Manuel Serrat, en la que el prohombre y el villano bailan y se dan la mano y en la que por un momento se nivelan los escalones sociales, le permite al trovador catalán representar una buena parte de los actores de la vida cotidiana La directora de cine inglesa Penny Woolcock, con su película “Mischief Night”, logra una conmovedora y entretenida comedia que trasciende las diferencias culturales entre la comunidades blancas y asiáticas de la Inglaterra contemporánea.
Mischief Night es una tradición del norte de Inglaterra, Escocia, Irlanda y algunas ciudades de los Estados Unidos. Es una versión extrema de Halloween donde a los niños se les concede la libertad de hacer travesuras en una especie de carnaval subversivo que trastoca por una noche el orden establecido y los encargados de mantenerlo son ignorados. Estos niños no solo son traviesos sino que se están volviendo destructivos. Los adultos empiezan realmente a preocuparse.
Penny Woolcock, explica que anteriormente la gente vivía junta pero en estos días las comunidades están separadas por un parque. En un lado del campo vive la comunidad blanca y en el otro lado, los paquistaníes. Los tiempos han cambiado y el ambiente se ha vuelto peligroso. Las divisiones entre la gente estaban conduciendo a un hipotético baño de sangre. Pero las cosas no podían continuar así. Los niños se preguntaron ¿por qué los blancos y los musulmanes no pueden ser amigos?
En “Mischief Night” los muchachos de ambos lados del parque se juntan causando problemas, tocando los timbres de las casas, lanzando huevos a sus ocupantes y ocasionan daños a los vehículos. La película toca temas escabrosos como el parricidio, el fundamentalismo religioso, hogares disfuncionales y la adicción a la heroína, pero tratados –insólitamente- de una manera edificante, en la que todo parece tener sentido.
El barrio donde se filmó la película, es considerado como lo mas cercano al infierno en la tierra, pero para Woolcock: “es un lugar soleado lleno de luz y risas como cualquier vecindario de gente real. “Mischief Night”, es la historia de una fantasía urbana con la cabeza en las nubes y los pies en la tierra”.
Así como “La Fiesta” de Joan Manuel Serrat, en la que el prohombre y el villano bailan y se dan la mano y en la que por un momento se nivelan los escalones sociales, le permite al trovador catalán representar una buena parte de los actores de la vida cotidiana La directora de cine inglesa Penny Woolcock, con su película “Mischief Night”, logra una conmovedora y entretenida comedia que trasciende las diferencias culturales entre la comunidades blancas y asiáticas de la Inglaterra contemporánea.
Mischief Night es una tradición del norte de Inglaterra, Escocia, Irlanda y algunas ciudades de los Estados Unidos. Es una versión extrema de Halloween donde a los niños se les concede la libertad de hacer travesuras en una especie de carnaval subversivo que trastoca por una noche el orden establecido y los encargados de mantenerlo son ignorados. Estos niños no solo son traviesos sino que se están volviendo destructivos. Los adultos empiezan realmente a preocuparse.
Penny Woolcock, explica que anteriormente la gente vivía junta pero en estos días las comunidades están separadas por un parque. En un lado del campo vive la comunidad blanca y en el otro lado, los paquistaníes. Los tiempos han cambiado y el ambiente se ha vuelto peligroso. Las divisiones entre la gente estaban conduciendo a un hipotético baño de sangre. Pero las cosas no podían continuar así. Los niños se preguntaron ¿por qué los blancos y los musulmanes no pueden ser amigos?
En “Mischief Night” los muchachos de ambos lados del parque se juntan causando problemas, tocando los timbres de las casas, lanzando huevos a sus ocupantes y ocasionan daños a los vehículos. La película toca temas escabrosos como el parricidio, el fundamentalismo religioso, hogares disfuncionales y la adicción a la heroína, pero tratados –insólitamente- de una manera edificante, en la que todo parece tener sentido.
El barrio donde se filmó la película, es considerado como lo mas cercano al infierno en la tierra, pero para Woolcock: “es un lugar soleado lleno de luz y risas como cualquier vecindario de gente real. “Mischief Night”, es la historia de una fantasía urbana con la cabeza en las nubes y los pies en la tierra”.
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