Henrique Lazo
En aquel tiempo dijo el gobierno a sus discípulos: Votarán
por colores y nosotros pondremos a los elegidos. Y lo que tenía que pasar,
pasó. El dictador de turno se montó en su “vaca sagrada” y huyó. Este viaje
inesperado ocurre en el año 1958 y en Venezuela se vuelve a hablar de
elecciones libres y universales.
Las consignas para elegir a los diputados y senadores son
simples: vota blanco, vota verde o vota rojo. Nada que se parezca a un ser
humano. Puro símbolo. Una campana, una gorra o una escoba.
Como casi siempre ocurre, cuando se espera algo por mucho
tiempo, uno se conforma con lo que hay. Los partidos políticos se encargan de
poner los nombres de los favorecidos y los ciudadanos hacen la cola.
Como en el juego de la gallinita ciega, depositan su
voluntad en unas muy bien llamadas urnas electorales y luego se cuentan a mano
limpia, como diría Negroponte, “atómicamente, pues”. Los bits vendrán luego.
Y así van pasando los periodos democráticos. En cada lustro
se realizan obras y se dejan de hacer otras, pero el sistema de elección
parlamentaria evoluciona lentamente.
Los partidos políticos se niegan a perder el poder de
seleccionar a los candidatos, privilegiando la disciplina partidista por sobre
la capacidad profesional del individuo.
La escogencia es competencia de las cúpulas y el elector se
queda por fuera. Si no se permite a los candidatos y a los partidos presentar
sus propuestas ¿de dónde se supone que uno
va a obtener la información que nos permita votar de manera inteligente?
El acto mas importante a nivel político que realiza una
persona es el acto de votar. Es el momento de escoger y elegir a los compañeros
de viaje que tienen la potestad de representar a la colectividad que los
selecciona.
Es el instante estelar del ciudadano para incidir
políticamente en el destino de su nación, y la única manera de escoger y elegir
los candidatos, con la esperanza de que van a dar lo mejor de su capacidad y
compromiso para cumplir su tarea.
No se puede hablar de evolución si la tecnología no está
subordinada a la gente. Las necesidades están ahí: una sociedad más justa y una
democracia que funcione.
Sería muy triste que el sistema de votación electrónico no
sea fiable. Las máquinas deben ser instrumentos al servicio de los seres
humanos, y no al revés.