miércoles, 8 de mayo de 2013

Coartada


Nada molesta mas a un detective que una buena coartada. Mientras mas elaborada, la sensación de desconfianza es mayor e inmediata. 

Por el contrario, en un interrogatorio, una persona puede estar incriminándose involuntariamente y el sabueso sabe, por su instinto natural y la experticia, que no tiene nada que ver con el crimen que se le imputa.

En la política, el gobernante de turno, tiene ya las respuestas preparadas. Es una especie de manual de veinte contestaciones que sirven para cada situación; mas que respuestas, son subterfugios.

De justificaciones se han valido los déspotas. En nombre de la Igualdad, en nombre de Dios, de la Nación o del Estado, se causan daños terribles a la humanidad.

Mantener el comunismo, durante setenta años, costó mas de 100 millones de muertos; mas que todas las guerras mundiales. El nazismo, por “una Nueva Alemania”, eliminó millones de habitantes y causó la segunda guerra mundial.

El cristianismo se cargó algunos cuantos durante la inquisición. En los estados musulmanes fundamentalistas o en las dictaduras militares de África o América Latina, la disidencia se paga con la vida, y en el mejor de los casos, con la cárcel.

No importa si murieron diez millones de personas o doscientas, o seis o incluso una. El mal, radica en la creencia de que un gobierno debe tener el poder de sacrificar un ser humano por el “bien nacional”. 

Una vez que este principio es concedido al poder político, gente inocente, comenzando por un grupo pequeño y luego por uno mayor, termina siendo inevitablemente sacrificado, porque el "bien de la nación" así lo requiere.

La “vocación por la esclavitud” es el insumo preferido de los tiranos. “La fuerza no engendra derecho”, dice Rousseau en El Contrato Social.

La libertad es el primer requerimiento del interés público, entendiéndose como interés público, la suma de los intereses individuales de los seres humanos. El más común interés de todos los hombres, es la libertad.

No es lo que hacemos cuando somos libres sino el hecho de que seamos libres. Todos los logros, como la igualdad, descansan en este principio fundamental. Sin él, no se puede existir, es como el oxigeno social.

La literatura tampoco escapa a las coartadas fatales, como la del alcohólico que responde al Principito: “bebo para olvidar que bebo”.