lunes, 30 de enero de 2012

Conciencia dormida

Henrique Lazo

Es muy probable que en el comando central de los partidos políticos, donde se barajan las cartas de las ofertas que se avecinan para ganar las elecciones, los guionistas sociales se enfrenten al mismo dilema de los programadores de contenidos audiovisuales de las plantas de televisión: ¿son los ejecutivos los que deben decidir que van a ver los televidentes o la programación debe responder a las necesidades de la audiencia? Todo el mundo tiene un oficio, y el que no, dirige.

Eterna pregunta en los ambientes democráticos en donde el consenso tiene sentido. En los regímenes autoritarios el líder siempre tiene la razón, como el cliente. Las acciones que se generan no necesariamente tienen un motivo que emana de la necesidad popular. Para los cultores de la autocracia el juego es mas sencillo. Pensar es un lujo y basta con aplaudir las órdenes emitidas desde la cúpula para regresar tranquilo al hogar con la conciencia dormida.

En los países donde hay bienestar social se educa desde la escuela -que es cuando comienza a germinarse el ciudadano- a dialogar, a escuchar al oponente. A conversar, con el propósito de encontrar una salida que funcione para las partes que están en litigio. Obedecer sin cuestionar o analizar el pedido, es muy sospechoso. La sumisión es el camino seguro del dogmatismo que es el ingrediente ideal del fracaso. Si acatas pensando solo en tu interés personal tienes un puesto garantizado en el reino de la obediencia.

Prospectar, para intentar predecir las situaciones que se avecinan, es la ruta mas segura para estar preparado para las contingencias. Como un buen radar, con el que se puede detectar a tiempo las averías para solucionarlas. Resolver o esperar sentado a la luz de la vela de los imprevistos es como el juego de la ruleta. El azar es la coartada perfecta para justificar la incompetencia. Al final nadie tiene la culpa, la responsabilidad no se comparte, se pospone. Se le adjudica al ultimo de la fila: el pueblo.