martes, 12 de noviembre de 2013

A Siete Cuadras


@HenriqueLazo

Todos los domingos, religiosamente como quien va a misa, sella su cuadro de caballos por si acaso el azar revoca el destino y se convierte en la poseedora del único formulario con seis caballos acertados en el evento semanal que ha trascendido democracias, dictaduras y se conoce como el juego del “5 y 6”.

A sus ochenta años, retar la realidad se le hace cuesta arriba. La vista ya no le es suficiente para conducir un vehículo y caminar las siete cuadras que la separan del Centro Hípico es inimaginable. No es una jugadora compulsiva pero su axioma es muy simple: el que no juega no gana.

Me ofrezco a sellarle el sueño dominical a cambio de disfrutar sus fascinantes historias sobre los purasangres de carrera. Las competencias de velocidad entre los equinos es una de las más viejas diversiones del hombre y comenzó en Asia después de la domesticación del caballo hace unos 5.000 años.

El primer expediente sobre la cría y el entrenamiento de caballos fue descubierto en la antigua Hattusa, 100 millas al este de Ankara en el Asia Menor. Los arqueólogos lo fechan aproximadamente 1.500 A.C. Fue escrito por un experto empleado de un rey hitita.

En Inglaterra, donde las carreras de caballos son una institución y se realizan diariamente y en varios hipódromos, existe una ciudad donde las estatuas principales no representan a los fundadores de la ciudad, políticos célebres o miembros de la aristocracia.

Las estatuas mas importantes de Newmarket son la de Hyperion y Chasmosaire, dos caballos emblemáticos de la cría de purasangres británicos. Fue en esta ciudad, hace 300 años bajo el reinado de Carlos II, donde se realizó la primera carrera de caballos regida por reglas escritas.

Federico Tesio, un criador y zootecnista italiano, se propuso crear el súper caballo. Mezclando y mezclando, apareció Ribot. De sangre italiana pero criado en Inglaterra jamás fue derrotado. Corrió 16 veces y ganó las 16 carreras. Obtuvo los premios mas importantes de Inglaterra, Italia y Francia.

De tantas vivencias que me dejó su compañía, recuerdo su original manera de apostar. Invertía lo menos. El costo del formulario mas el mínimo jugable permitido, con la particularidad de que no se enteraba del resultado de las carreras sino al día siguiente porque así pasaba todo el domingo millonaria.

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