sábado, 7 de junio de 2014

SE LAVO LAS MANOS

Henrique Lazo

Esta es la historia de un héroe, pero de un héroe de verdad. No de los que matan personas y someten pueblos, sino de los que salvan vidas. 

De los que llegan a entregar su propia existencia para salvar la de los demás.

Ignacio Felipe Semmelweis, médico húngaro de origen judío, nació en Buda en la orilla derecha del Danubio y estudió Medicina en la Universidad de Pest, al otro lado del río.

Trabajando en la Maternidad del Hospital de Viena, sus investigaciones le permiten concluir que la incidencia de fiebre es más alta en la sala donde trabajan los médicos y estudiantes de medicina, que en la sala donde se atienden los partos hechos por las comadronas de la maternidad.

Semmelweis observa que los médicos y estudiantes que operan en la sala donde existe la más alta mortalidad, atienden a las parturientas, luego de realizar las autopsias y los estudios de anatomía forense, sin lavarse las manos.

De inmediato, dispone que los médicos y estudiantes, antes de atender a las parturientas, deben lavarse sus manos, de manera obligatoria, con una solución clorinada.

A pesar del asombroso resultado que disminuye drásticamente la tasa de mortalidad materna del Hospital General de Viena, Semmelweis fue expulsado del Hospital por sus superiores.

Ellos nunca aceptaron la contundente evidencia científica de su investigación porque ellos consideraban que las enfermedades se transmitían por el aire y sabotearon la técnica de higiene de manos instaurada por Semmelweis.

Semmelweis retornó a Budapest donde vivió en medio de la soledad y la incomprensión.

En el año de 1865 acude al Instituto de Anatomía de la Universidad, donde luego de haberse provocado una herida con un escalpelo utilizado en una autopsia frente a los estudiantes de medicina.

Al poco tiempo fallece a la edad de 47 años por una enfermedad similar a la que tanto combatió en su heroica vida.

Luego de más de siglo y medio de los hallazgos de Semmelweis, la higiene de manos es considerada la piedra angular en la prevención de las infecciones hospitalarias.

lunes, 2 de junio de 2014

DE LO MALO, LO BUENO

Henrique Lazo

Argentina se levantó con la noticia de que una entidad bancaria, ubicada en plena zona comercial del barrio porteño de Belgrano en Buenos Aires, había sido robada mediante un túnel alfombrado de 30 metros de extensión.

El túnel condujo directamente a un grupo de delincuentes encapuchados hasta la bóveda del banco donde durante el fin de semana de Año Nuevo saquearon al menos 140 cajas de seguridad.

Los delincuentes concluyeron su trabajo el lunes por la mañana, antes del comienzo del horario de atención bancaria, como en las películas.

La modalidad de los asaltos de boqueteros no es novedosa en Argentina. El anterior caso, conocido localmente como “el robo del milenio”, se produjo en 2010 a menos de 200 metros de la vigilada zona del Congreso federal, en Buenos Aires.

No es pecaminoso volver a reflexionar sobre el ineludible dilema que distrae el pensamiento de cualquier persona interesada en los medios de comunicación y su papel en la sociedad.

¿Son los eventos reales los que motivan las obras de ficción o son los medios los que dan las ideas? Las películas sobre actos delictivos premeditados tienen casi la misma edad del medio cinematográfico.

Edwin S. Porter, asistente de Thomas Alva Edison, uno de los pioneros de la Cinematografía en los Estados Unidos, e inspirado por el trabajo del francés Georges Mèliés estrena, en 1903, “Asalto y robo de un tren”.

The great train robbery” es considerada como la primera obra importante, con argumento de ficción, del cine norteamericano. Con esta película se inicia el género del western.

En la década de los 50, “Rififi”, película francesa dirigida por el norteamericano Jules Dassin, se convierte en un suceso cinematográfico y mediático.

La minuciosidad y credibilidad del relato inspira a delincuentes de la vida real a cometer actos similares que alarman a la opinión pública del momento.

El talentoso director de cine François Truffaut dijo lo siguiente: "de la peor novela que he leído, Dassin hizo la mejor película de cine negro que yo haya visto nunca".
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domingo, 1 de junio de 2014

EN EL MEDIO DEL CENTRO

Henrique Lazo

Las escaleras se hacen innecesarias porque están diseñadas para no llevarte a ningún lado. El centro comercial es un laberinto deliberadamente descifrable que aprovecha cada centímetro de tu atención para relacionarte con una marca o un servicio.

No hay escapatoria. Mientras observas los mensajes en el móvil, la música cambia de piso en piso y las luces disuelven los ambientes.

Fue el advenimiento del carro como instrumento cotidiano de la familia lo que creó la necesidad de construir locales grandes que albergaran los vehículos y se pudieran encontrar los mismos servicios que en la plaza de la ciudad.

Así nacieron los centros comerciales modernos, lejos del centro de la metrópoli y con estacionamiento.

El primer centro comercial grande al estilo moderno fue el Northgate Center, construido en 1950 en los suburbios de Seattle, la ciudad natal de Jimi Hendrix, en los Estados Unidos.

Diseñado por Víctor Gruen fue el primer espacio con un pasillo central -mall- y un almacén ancla que se ubicó al extremo del lugar emulando a los modelos antiguos como la agora griega, el foro romano o el bazar oriental.

En el establecimiento las conversaciones se solapan y se convierten en trazos reveladores que nos ayudan a descifrar los vericuetos de la existencia. Como la construcción dramática de un argumento.

El comienzo, el desarrollo, la ruptura y el ajuste. El obstáculo natural que implica la relación, los imprevistos y los factores humanos que se oponen a su consecución conforman los ingredientes que necesita la ficción.

En el local, dos muchachas que probablemente nunca se encontrarán, interpretan el drama de sus diferencias. De la misma edad y con sus sonrisas puestas en el futuro, protagonizan las desventuras de su país.


Una, camina acompañada por dos escoltas que la distinguen como hija de un alto funcionario del gobierno, y la otra, apenas a unos sollozos de distancia, conversa con una amiga transitando la desdicha de saber a su padre preso por el mismo régimen.