Henrique Lazo
Hay películas que en el momento que se hicieron no tuvieron una influencia importante en las sociedades que las produjeron. Igual sucede con artistas que en su tiempo sus obras pasaron casi desapercibidos y con el correr de las aguas se transformaron en objeto de culto.
Este no es el caso de “Inception” 2010, la película de Christopher Nolan que es considerada por la crítica especializada como una obra maestra en efectos especiales y un éxito en taquilla.
El sueño y su significado en nuestras vidas ha sido un tema obligado desde que el ser humano sueña, es decir, desde siempre. Sería impensable adjudicarle un origen cultural a una actividad fisiológica, inherente a la especie.
Incontables relatos, obras de teatro y películas en las que el sueño es el protagonista y el vehículo para escenificar hechos reales que con la licencia onírica retratan la sociedad.
Para el filósofo francés Rene Descartes, el emperador de la duda, el sueño es un método universal por el cual la totalidad de los problemas humanos –científicos, jurídicos o políticos- pudieran ser resueltos racional y sistemáticamente mediante cálculo lógico.
Pero luego agrega que en sueños, alguna vez, ha imaginado situaciones que parecen tan reales como la realidad misma sin que hubiera indicio alguno para discernir entre el sueño y la vigilia.
La magnífica película del director ingles Christopher Nolan, director de “Memento” y el “Caballero de La Noche” muestra los efectos visuales mas avanzados de la cinematografía mundial en una historia que trastoca los linderos de la realidad.
Nos convierte en pasajeros de las expresiones infinitas o de doble lectura que capturan en un instante la noción de eternidad. El cine es el sueño de la vigilia.
Soñar despierto o vivir soñando. El escritor argentino Jorge Luis Borges, en un poema dedicado a Descartes, corrobora el dilema: “He soñado la duda y la certidumbre. He soñado el día de ayer. Quizá no tuve ayer, quizá no he nacido. Acaso sueño haber soñado”.