viernes, 26 de julio de 2013

Las Dos Partes


@Henrique Lazo

La continuidad cultural de América Latina es incuestionable. Basta observar el nivel alcanzado en la literatura, la pintura o la música –por citar tres disciplinas-, para constatar que el resultado de la fusión de las tres culturas ha sido positivo.

Bryce Echenique, Pedro León Zapata o Astor Piazzolla, son parte del cuerpo probatorio de que el mestizaje produce un todo superior a las partes que lo conforman.

En política o economía no podemos decir lo mismo. La evolución se fragmentó. La ambición de poder supera con creces la vocación de servicio. Los partidos políticos prefieren aniquilarse que entenderse. El orgullo y la soberbia han sido los parámetros de nuestra dirigencia.

En Nicaragua, en los tiempos que el descubrimiento del oro en California, la convirtió en el canal interoceánico del siglo XIX; los dos partidos, “legitimistas” y “democráticos” -que se alternaban el poder-, dedicaron diez y siete meses de guerra civil encarnizada y destructora, agotando los recursos y enervando el patriotismo de sus hijos.

Los “democráticos”, para triunfar sobre los “legitimistas”, contratan al norteamericano William Walker y 55 filibusteros que desembarcan en el país con el propósito de unirse a una de las dos partes beligerantes.

El resultado fue lo que se conoce como el “Episodio increíble del Caribe”. Los filibusteros robaron, asesinaron, incendiaron y violaron con la mayor impunidad. Para colmo, el 12 de julio de 1856, William Walker se proclama Presidente y el 27 de agosto restablece la esclavitud y deroga las leyes federales que la prohibían.

La dilatada lucha había excitado de tal manera las pasiones, que los partidos olvidaron sus principios con tal de encontrar la manera como desahogar sus resentimientos y venganzas. El pueblo cansado de tanta controversia sólo deseaba la paz.

En la escena mas conmovedora de la película Forrest Gump, obra maestra del director de cine Robert Zemeckis, Tom Hanks, reflexiona sobre quien tiene la razón, si su madre o el teniente Dan : ¿Estamos atados al destino ineludible y cada quien tiene un guión inexpugnable, o somos como una pluma que labra su ruta en la brisa del azar?

Ante la tumba de su Jenny, y con los ojos llenos de lágrimas, Forrest concluye con la sustancia que tanto nos hace falta a estos pueblos al norte del sur: “un poco de los dos, al mismo tiempo”.