lunes, 11 de octubre de 2010

El pregón de hoy

Henrique Lazo

A diferencia de la guerra que solo trae desgracia a los vencidos y a los vencedores; la música -que es algo mucho mas serio- trae alegría a los corazones; con la excepción, claro está, de la música marcial que sirve apenas de soporte a otra cosa que certifica la máxima de que las artes cuando se mezclan con la política siempre salen perdiendo.

En la década de los años 70, un tipo de música procedente del Caribe y bautizada “salsa” por el venezolano Phidias Danilo Escalona, comienza a llenar las primeras páginas de los tabloides de Nueva York. Rápidamente se convierte en un emblema para la población latinoamericana que sobrevive en la Gran Manzana, pues además de ser un sonido único y contagioso, es la expresión auténtica de una comunidad que reclama su espacio.

Héctor Lavoe, un cantante que tranquilamente puede incluirse con letras de neón en la lista de los llamados Poetas Malditos de la humanidad, es el estandarte real del movimiento. Una vida signada de éxitos artísticos por un lado y la desdicha en la vida familiar por el otro, hace aparecer las turbulentas existencias de Jimi Hendrix y Janis Joplin como dos historietas de cuentos de hadas.

Jennifer López y Mark Anthony se unen –esta vez artísticamente- para llevar a la pantalla grande una pieza que es el mejor homenaje que se le puede hacer al querido y admirado bardo puertorriqueño. Una película cruda y acertadamente dirigida por el cubano León Ichaso permite a la actriz y a el cantante interpretar una trayectoria subestimada que al igual a la de otros grandes, fue destrozada por el Talón de Aquiles del siglo XX: las drogas.

Algunas críticas negativas han acompañado el estreno de la película que le presagian -por contraste- un futuro promisorio. Así ocurre generalmente en el mundo del espectáculo. Obras importantes que son reseñadas, en un principio mezquinamente, por los cronistas del fracaso, se transforman al paso de los años en íconos de su tiempo. Héctor Lavoe y Freddy Mercury, dos ídolos de la cultura popular contemporánea, se montaron en el mismo tren hacia la eternidad.